
a fondo
La teoría del horseshoe: extremos que se tocan
Ribka Espinoza
¿Y si los extremos no fueran tan distintos? Esta pieza cuestiona las similitudes tácticas entre la extrema izquierda y la extrema derecha, y reflexiona sobre el riesgo compartido que representan para la democracia liberal.
Introducción: cuando los extremos parecen encontrarse
Similitudes de la extrema derecha y la extrema izquierda
La extrema derecha y la extrema izquierda comparten más de lo que sus seguidores estarían dispuestos a admitir. Ambas corrientes se alimentan del nacionalismo, el populismo y una profunda desconfianza hacia instituciones supranacionales, como la Unión Europea, a las que perciben como símbolos de un orden impuesto y ajeno. Lo revelador, sin embargo, es que quienes conforman su base social son los grupos socioeconómicamente vulnerables. Se trata de sectores con menor nivel educativo, ingresos reducidos y una creciente sensación de amenaza frente a la globalización.
Así pues, debe aclararse que la desigualdad no siempre es la causa principal ni todos los simpatizantes de los movimientos extremistas se encuentran en los sectores más desfavorecidos: muchos otros provienen de sectores que se sienten amenazados por cambios culturales o por la pérdida de supuestos privilegios. Desplazados por los cambios económicos y culturales, estos grupos encuentran en los discursos radicales una promesa de redención: la destrucción del statu quo en su nombre. Así, la indignación se convierte en un caldo de cultivo para el extremismo en el que la ideología es menos relevante que el deseo de revancha contra un sistema que sienten que los ha abandonado.
Al explorar la hipótesis, efectivamente existen similitudes en estrategias y narrativas; por ejemplo, tanto la extrema derecha como la extrema izquierda comparten un profundo rechazo hacia el liberalismo y la democracia representativa, los consideran sistemas corruptos, decadentes o ineficaces. Desprecian el pluralismo, la economía de mercado y el modelo de derechos individuales característico del liberalismo clásico, apuestan por proyectos políticos que buscan sustituir el orden existente. En su discurso, ambas recurren a una retórica populista y antiélite: mientras que la extrema derecha denuncia la influencia de una supuesta élite globalista que socava la soberanía nacional, la extrema izquierda señala a las élites capitalistas y a las grandes corporaciones como responsables de la explotación de los más vulnerables. En ambos casos, se presentan como los únicos representantes legítimos de una ciudadanía oprimida que debe enfrentarse a un enemigo común.
Ejemplos contemporáneos de convergencia política
Históricamente, estas tendencias han derivado en regímenes autoritarios que recurren a la censura, el control total del Estado y la represión de la oposición, como en las épocas del fascismo, el nazismo, el estalinismo y el maoísmo. Incluso en tiempos recientes, algunos grupos radicales han justificado la violencia como un medio legítimo para alcanzar sus objetivos políticos. Esta visión dicotómica de la sociedad se traduce en un pensamiento maniqueo, en el cual la política se reduce a una lucha entre nosotros y ellos, sin matices ni espacio para el debate. Además, ambos extremos alimentan teorías conspirativas que refuerzan su visión del mundo, desde el marxismo cultural o la “ideología de género”, denunciados por la extrema derecha hasta la idea de un neoliberalismo como conspiración global promovida por la extrema izquierda.
La desconfianza hacia el sistema se extiende a las instituciones y a la prensa libre, a la que consideran controlada por intereses ocultos: en el caso de la extrema izquierda, dominada por corporaciones y poderes económicos, y en el de la extrema derecha, manipulada por élites globalistas. En consecuencia, prefieren medios alternativos que validen sus narrativas y refuercen su percepción del mundo como una lucha constante contra fuerzas que buscan su sometimiento y han concentrado sus estrategias comunicativas en las redes sociales, en las que han construido cámaras de eco y en ellas refuerzan sus visiones conspiranoicas.
Esta hipótesis también podría verse en la volatilidad del electorado, ya que, en determinadas circunstancias, votantes tradicionalmente alineados con un extremo del espectro político pueden desplazarse hacia el otro, impulsados por factores como el desencanto económico, la desconfianza en las élites o el impacto de la globalización. Es así que podemos nombrar ejemplos del ajuste de las preferencias de grupos aparentemente antagónicos que ajustan su práctica política de acuerdo con las circunstancias.
En Francia, antiguos votantes comunistas han migrado hacia el apoyo a Marine Le Pen; en Italia, en regiones industriales como Emilia-Romaña, antiguos votantes del Partido Comunista Italiano han migrado hacia la Liga de Matteo Salvini, impulsados por el desencanto con la globalización y la inmigración; en el este de Alemania, ex votantes del partido poscomunista Die Linke, han optado por apoyar a la ultraderechista Alternative für Deutschland (AfD), especialmente en zonas afectadas por el desempleo y la desindustrialización; en Estados Unidos, algunos sectores de la clase trabajadora que tradicionalmente apoyaban a los demócratas progresistas han migrado hacia el Partido Republicano, atraídos por la retórica económica proteccionista y la postura contra las élites globales de Donald Trump.
Críticas a la teoría del horseshoe: una visión reduccionista
Si bien la teoría de la herradura resulta útil para señalar similitudes tácticas entre la extrema derecha y la extrema izquierda, han existido críticos, académicos y filósofos, que aunque no critiquen explícitamente esta teoría en un solo texto, sus análisis sobre la extrema derecha y el populismo pueden interpretarse como un argumento en contra de la idea de que los extremos políticos terminan convergiendo. El historiador Richard J. Evans (2003, 2005, 2008), en sus tres obras sobre el Tercer Reich, sostuvo que ambas corrientes tienen orígenes, motivaciones y estructuras profundamente distintas.
En la misma línea, Umberto Eco (1995) subraya que el fascismo se distingue de los movimientos de izquierda radical por su estructura de poder jerárquico y su exaltación del nacionalismo. El politólogo Cas Mudde (2007, 2009) se enfoca en el análisis de las dinámicas particulares de cada extremo y su relación con el sistema democrático. De manera similar, el historiador David Renton (2019) argumenta que, mientras la extrema derecha se fundamenta en la exclusión y la violencia, la izquierda radical, aunque pueda derivar en autoritarismo, parte de principios igualitarios. Con base en esos argumentos, el académico Shannon Brincat (2024) critica explícitamente la teoría en su artículo Are the far-left and far-right merging together? That’s what the ‘horseshoe theory’ of politics says, but it’s wrong.
Un análisis matizado de la convergencia de los extremos
Aunque no todos los movimientos radicales recurren a la violencia o al autoritarismo, y en la práctica, las extremas no siempre convergen, en algunos contextos históricos como la Segunda Guerra Mundial, han sido completamente irreconciliables, como lo demuestra el antagonismo entre comunistas y nazis. La teoría de la herradura proporciona una herramienta útil para analizar la convergencia entre los extremos del espectro político, especialmente en términos de estrategias y narrativas compartidas en su oposición al sistema liberal.
No obstante, su aplicación requiere matices, y aunque la extrema derecha y la extrema izquierda pueden adoptar tácticas similares, sus diferencias ideológicas y sus objetivos fundamentales no deben ser minimizados. Más que sus puntos de partida ideológicos, es su disposición al autoritarismo y sus mecanismos de polarización lo que determina las verdaderas semejanzas entre estos movimientos. Por ello, es crucial analizar cada caso concreto para evitar reducciones excesivas que ignoren las particularidades de cada corriente radical.
Las promesas de renovación y grandeza nacional han sido siempre una constante en los movimientos radicales, desde el fascismo de los años treinta del siglo XX hasta el nacionalismo contemporáneo. ¿No es inquietante que a pesar de décadas de progreso las estrategias sean las mismas? En los contextos actuales en los que se desenvuelve la teoría de la herradura, preocupa a lo que las autocracias emergentes puedan recurrir una vez establecidas.
- Brincat, S. (2024). Are the far-left and far-right merging together? That’s what the horseshoe theory of politics says – but it’s wrong. The Conversation. Recuperado de: https://theconversation.com/are-the-far-left-and-far-right-merging-together-thats-what-the-horseshoe-theory-of-politics-says-but-its-wrong-234079
- Eco, U. (1995). Ur-Fascismo. The New York Review of Books. Recuperado de: https://www.nybooks.com/articles/1995/06/22/ur-fascism/
- Evans, R.J. (2003). The coming of the Third Reich. Penguin.
- Evans, R.J. (2005). The Third Reich in power. Penguin.
- Evans, R.J. (2008). The Third Reich at war.
- Faye, J.P. (1996). Le siècle des idéologies. Armand Colin.
- Mudde, C. (2007). Populist radical right parties in Europe. Cambridge University Press.
- Mudde, C. (2019). The far right today. Polity Press.
- Renton, D. (2019). The new authoritarians: Convergence on the right. Polity Press.